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                                                                        -MI SECUESTRO- Llevaba secuestrada más de dos años, por la persona que creía que era el amor de mi vida. Alguien tan mezquino cómo para fingir amor durante un año, y cuando se suponía que la relación iba a pasar al siguiente nivel, aprovechó para encerrarme en esta habitación. Su lado más macabro salió a la luz sin ton ni son.    —¿Un hijo contigo?  —Soltó una carcajada enorme a la vez que me propinaba una bofetada — .  En mi vida tendría un hijo con una sucia perra como tú, Amaya. Pero no te preocupes, que yo te quiero.  —Hablaba con una sonrisa que daba muchísimo asco. Pasó su dedo pulgar por encima de la sangre que brotaba de mi nariz, cosa que me hacía tener aún más ganas de escaparme de sus manos.  —A partir de ahora, eres mía. Voy a hacer contigo lo que me plazca, cariño.  —Me llevaba agarrada del pelo, arrastrándome por el suelo del garaje de nuestra casa. Me resistí, intenté zafarme de él, pero no hubo ma
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                      -MI CARTA DE DESPEDIDA- —¡Pero al menos, despídete del amor de tu vida! —le grité mientras veía al hombre de mis sueños esfumarse entre la muchedumbre. La electricidad estática de nuestros cuerpos nos puso el vello de punta:  jóvenes, con 25 años, enamorados desde los 10, a punto de casarnos, con una larga y feliz vida por delante; mi amado fue reclutado para el servicio naval. Mi vida iba marchitándose con cada paso que él daba hacia el inmenso navío. Era como si me estuvieran arrancando una costilla por cada centímetro que él recorría. Él no se giró. Ni siquiera me dijo adiós. Creo que ya sabía que no nos volveríamos a ver. «¡Yo os maldigo a todos!  ¿Será que no había hombres en el pueblo, que tenían que reclutarlo a él? ¿A mi amado? ¡Maldita sea!». —Tras cada frase escrita, un sorbo de Bourbon—. Ya no me quedaba familia. Renuncié a todo por él. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Renunciar a él también? Suena el timbre: dos apuestos marineros, altos y musculosos. Se ret
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-UN DULCE ABANDONO- ¿Por qué venías a mi celda?  ¿Por qué me hacías el amor?  Me curabas y lamías; mis heridas cicatrizaban mientras yo te hacía sentir bien. Me dijiste que vendrías cada noche, pero te dio miedo sacarme de allí.  ¿Quién te daba miedo, cariño?  ¿El qué te daba miedo?  Lloré cuando no volviste.  Ahora sé que me usaste para sentirte mejor.  Te lloré demasiado, más de lo que merecías.  Te desee con locura, fui víctima del placer que me dabas.  No pude darte nada, solo belleza, juventud, hacerte sentir deseada y placer.  Lo siento, no tenía más en aquella celda.  Nunca planeaste sacarme de allí. Sigo soñando con que te hago el amor. Ya sabes...  No vuelvas más... Ya no serás bienvenida. No quiero que me liberes.  Solo me queda entrar en ti entre sueños. Solo me queda soñar que algún día volveremos a vernos fuera.  Pero no olvido, nunca te atreviste a sacarme, nunca te atreviste.
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                                                 -LA TRISTE REALIDAD-                                  En algunas películas, hemos visto que uno de los personajes, es capaz de cambiar la realidad del mundo, solo con el chasquido de sus dedos. Con un solo gesto, puede hacer desaparecer a las personas y derivarlas a  otra dimensión.  En algún momento, he sido yo la que se ha imaginado chasqueando los dedos para que eso pasase. Para hacerme desaparecer a mi misma y así hacerme aparecer ante ti. En la imagen que se formó en mi imaginación, ese chasquido me dejaba justamente en un  parque, donde solo había un banco, donde no había más gente. Solamente tú, y yo. Ese chasquido me permitía finalmente poder ver realmente el color de tus ojos. Me dejaba poder respirar el olor del perfume que llevabas y me permitía ver como el viento hacía que tu flequillo se moviera. Podía incluso sentir el calor de tus manos sobre las mías y el sabor de tus labios. Tu voz era incluso más profunda de lo que sona