-MI SECUESTRO-



Llevaba secuestrada más de dos años, por la persona que creía que era el amor de mi vida. Alguien tan mezquino cómo para fingir amor durante un año, y cuando se suponía que la relación iba a pasar al siguiente nivel, aprovechó para encerrarme en esta habitación. Su lado más macabro salió a la luz sin ton ni son.  

—¿Un hijo contigo? —Soltó una carcajada enorme a la vez que me propinaba una bofetadaEn mi vida tendría un hijo con una sucia perra como tú, Amaya. Pero no te preocupes, que yo te quiero. —Hablaba con una sonrisa que daba muchísimo asco. Pasó su dedo pulgar por encima de la sangre que brotaba de mi nariz, cosa que me hacía tener aún más ganas de escaparme de sus manos. 

—A partir de ahora, eres mía. Voy a hacer contigo lo que me plazca, cariño. —Me llevaba agarrada del pelo, arrastrándome por el suelo del garaje de nuestra casa. Me resistí, intenté zafarme de él, pero no hubo manera. Por cada intento, una patada o bofetada. Todo acompañado de insultos. Me levantó del suelo estirándome del pelo, y con todas sus fuerzas me lanzó dentro del bunquer. El cual estaba blindando, en caso de que pasase algo. 

¡Déjame salir de aquí, maldito hijo de puta! —gritaba con todas mis fueras mientras golpeaba con los puños la puerta. Cada noche entraba y, hacía como si fuéramos felices otra vez. Me bajaba la cena, y ropa para cambiarme. Yo a penas comía, ni siquiera lo miraba a la cara, así que la mayoría de veces me quedaba tumbada en la cama, mirando hacia la pared. 

—Cariño, tienes que cenar... ¿O prefieres otra clase de cena? —musitó en mi oreja. Esa frase hizo que se me cortara la respiración. Cerré los ojos con todas mis fuerzas e intenté zafarme de él, pero acabé siendo violada y golpeada por horas.

Seis meses después.

Después de la cena, cuando él se puso a recoger los platos, aproveché para esconderme el cuchillo en la manga de la sudadera. Él no se dio cuenta porque nunca  cenaba. Apenas me quedaban fuerzas, además llevaba días con fiebre.

Marcos se acostó en la cama y me hizo señas para que fuera yo también. Lo miré con asco, pero le sonreí. Él se quedó perplejo.

—¿Así que ya se ha amansado, mi gatita, eh? —se quitó el cinturón corriendo mientras yo me acercaba a él. Me puse encima suya, lo atrapé entre mis muslos con la poca fuerza que me quedaba, y mientras pasaba mi lengua por su torso, cogí sus manos e hice que se las pusiera detrás de la cabeza. 

Él estaba cachondo y pude sentir su falo bien duro. Mi plan iba a la perfección. Si esto salía mal, sería mi fin.

Le  puse mis pechos en la cara y sentí que mi ropa era un obstáculo  para él. Agarré sus manos y las metí por dentro de la sudadera. Las coloqué en mis pechos para que se distrajera. Comencé a mover mi cintura para darle placer. Entonces entendí que era el momento perfecto. 

—¡Muere! ¡Hijo de puta! —clavé el cuchillo en su cuello mientras repetía la misma frase una y otra vez.

 —¡¡Amaya!! —gritó por última vez. Me miró a los ojos y murió. 

Me levanté de la cama. Me quité la ropa, ya que estaba llena de sangre. La tiré a la cara del cadáver. Me vestí con ropa limpia.

Después de tres años conseguí escapar. Cerré la puerta y nunca más volví.



Comentarios

  1. Fabuloso. Qué morboso e interesante. Me ha encantado. ¡Felicidades!

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  2. Hola, Aqqua.
    Qué duro, horrible. Cuando uno cree que puede tener el poder sobre otro, a cualquier precio y solo causando dolor y pánico. Por lo menos con ese final nos devuelves un poco la respiración que hemos contenido todo el relato.
    Muy bueno.
    Un abrazo.

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    1. Y cuantas personas aún así creen tenerlo de todos modos. Gracias por tu tiempo, Irene.

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  3. Al menos murió cachondo. Yo lo hubiera cocinado con un buen sofrito.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. tiene sabor a película de Netflix
    abrazo desde Miami

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  6. Comentando se crea un blog magnífico. Ya que un blog mas que un escrito es una entrada a todos nosotros los que te leemos...
    Se crece comentando en otros blogs
    y tu magia entra dándole luz a lo que haces
    Muy interesante tu texto

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